Por Carlos Szwarcer
Mercedes Barcha, viuda del escritor colombiano Gabriel Garcia Márquez, el sábado 15 de agosto en Ciudad de México, falleció a los 87 años de edad.
Gracias a ella el Nobel colombiano pudo escribir 'Cien años de soledad'. El matrimonio fue una historia de amor y complicidad. Hizo milagros para que él pudiera escribir y asegurán que ella, además, dejó su rastro en la literatura de su esposo.
Mercedes Bacha ha muerto cinco años después de que lo hiciera él tras 56 años de matrimonio. Ella tenía 9 años y él 13 cuando la vio por primera vez. Ya entonces él pensó que un día le pediría que fuera su esposa. Antes de hacerlo le dijo que lo esperara. Ella lo esperó, el cumplió… hasta que el 21 de marzo de 1958 en la iglesia del Perpetuo Socorro, de Barranquilla, ambos hicieron realidad sus sueños y sus promesas al casarse. Fue solo el comienzo de una aventura personal y creativa donde la complicidad de ella realmente permitió la creación de una de las obras literarias más importantes y entrañables de todos los tiempos.
Mercedes Raquel Barcha Pardo y Gabriel José de la Concordia García Márquez firmaron el acta de matrimonio. La joven Mercedes, provenía de una familia de ascendencia egipcia e hija mayor de seis hermanos del boticario del pueblo: Demetrio Barcha. García Márquez pudo ser el demiurgo literario de un universo único porque su amada esposa creó las bases del mundo real para que este no dejara de girar en su casa. Tuvieron dos hijos. La primera vez Gabriel le habló de lo que en un futuro sería "Cien años de soledad" fue en 1958, poco después de la luna de miel, mientras volaban de Caracas a Barranquilla.
El libro se llamaba La casa y «era un mamotreto» de más de 500 páginas recordó alguna vez su amigo Álvaro Mutis. Un día entre julio y septiembre de 1965 el matrimonio iba en su Opel blanco de la capital mexicana a Acapulco de vacaciones con los dos niños, Rodrigo y Gonzalo, la novela que él llevaba pensando casi veinte años se le aparecció en su cabaeza. Cuando lograría redondear la primera frase: “Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Ya la máquina dejó se sonar, y se preguntó “qué carajo vendría después”. Volvió el tac-tac y solo hasta el hallazgo del galeón en medio de la selva (final del primer capítulo) no creyó de verdad que "aquel libro pudiera llevar a ninguna parte", contó el escritor. «Pero a partir de allí todo fue una especie de frenesí".
Mercedes Barcha había establecido algunos acuerdos de hogar. Él llevaría a los dos niños al colegio todos los días, de lunes a viernes, a las ocho y media de la mañana. Solo entonces se encerraba a escribir. Pero el corazón de la historia de Mercedes Barcha y García Márquez, más allá del flechazo amoroso, las promesas, las esperas y los avatares matrimoniales, está en que ella se encargó de todo en la casa mientras él se enclaustró año y medio en ese pequeño cuarto al que llamaba La Cueva de la Mafia a escribir Cien años de soledad.
Cuando la novela estuvo terminada, a finales de 1966, ambos fueron a la oficina de correos para enviar el libro a Sudamericana, en Buenos Aires. Frente al mostrador quedaron duros: el agente de correos les dijo que el envío del paquete costaba 82 pesos mexicanos. Solo tenían 50 pesos. Dividieron las 590 páginas de 28 líneas cada una por la mitad y enviaron los diez primeros capítulos.
Volvieron a la casa. Acordaron coger las “tres últimas posiciones militares” e ir al Monte de Piedad. Las empeñaron por unos 50 pesos. Regresaron a la oficina de correos. Ella, que no había leído la novela, pero lo sabía todo por boca de él, le soltó con su voz costeña serísima:
– ¡Oye, Gabo!, ahora lo único que falta es que esta novela sea mala.
La primera edición de Cien años de soledad llegó a las librerías de Buenos Aires el 5 de junio de 1967. Fueron ocho mil ejemplares que se agotaron pronto. A las dos semanas tuvieron que reimprimir. Lo que siguió ya es historia de la literatura.
[Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha, en el jardín de su casa de Ciudad de México, la mañana del 21 de octubre de 1982 tras el anuncio del Nobel de Literatura para el escritor colombiano. /Foto de Gonzalo García Barcha]
Ninguno de los dos ya está, con Mercedes Barcha Pardo falleció la cuarta y última de las mujeres que sirvieron de pilares en la vida personal y literaria de Gabriel García Márquez. La primera en morir fue su abuela Tranquilina Iguarán, con quien se crio y sembró de imaginación su mundo; luego su madre, Luisa Santiaga Márquez a quien acompañó en 1950 a Aracataca para poner en venta la casa de sus abuelos con quienes vivió hasta los 8 años y cuya visita activó su memoria que desencadenaría su creación magistral; después Carmen Balcells, la agente literaria que creyó en él y lo impulsó y respaldó a vivir en Barcelona tras la publicación de Cien años de soledad y aseguró que toda su obra fuera leída en medio centenar de idiomas; y ahora Mercedes Barcha Pardo.
Ella nunca se sintió a la sombra de él porque decía que tenía su vida. Y él reconoció en una entrevista a Plinio Apuleyo Mendoza, recogida en El olor de la guayaba, lo mucho que ella le había aguantado. ¿Pero quién era ella, en realidad? En aquella entrevista a "Semana" no dudó en contestar, con un tono mamagallístico al puro estilo de su esposo:
– Yo, Mercedes Barcha, la mujer de Gabo.
Fuente:
- BBC News Mundo 15 agosto 2020
- http://wmagazin.com/ ( Por WINSTON MANRIQUE SABOGAL)
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