Por Carlos Szwarcer
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El sábado 16 de noviembre de 1901 se llevó a cabo la primera competencia automovilística del país. Fue en el Hipódromo Argentino situado en el pueblo de Belgrano (en las actuales Libertador y Monroe), a pocos kilómetros del centro de la ciudad de Buenos Aires. Se trataba de una actividad de beneficencia organizada por la Sociedad Damas de Caridad. Parte de lo recaudado iría a parar a las necesitadas arcas del Instituto Siglo XIX, que sostenía un asilo de ancianos.
Los competidores fueron siete: cinco Locomobile, un Rochester y un auto construido en la Argentina por el español Celestino Salgado, mecánico y piloto de su prototipo. ¿Cómo eran aquellos autos? Muy parecidos a las breaks de tracción animal, salvo que sin los caballos. Ni siquiera tenían volante, sino un timón con el que torcían el rumbo de las ruedas.
Los pilotos de los Locomobiles fueron Aarón Anchorena, Juan Abella, Alcorta, Gismondi y un futuro presidente, Marcelo Torcuato de Alvear. Juan Cassoulet (a quien vemos en la foto) condujo el Rochester. Para ser identificados, los corredores llevaban un brazalete con un número en el brazo derecho, el que se veía desde la tribuna. No usaban casco, pero sí llevaban puestos bombines, esos sombreros chaplinescos.
Desde el arranque, Cassoulet y Alvear se distanciaron del resto. El futuro presidente logró establecer una diferencia, pero se le salió una cadena del engranaje. La cigarrera de premio fue para Cassoulet, quien alcanzó los 73 kilómetros por hora promedio para cubrir los mil cien metros y ganar la competencia, ante el aplauso de la tribuna –mucho público femenino– que celebraba el acontecimiento. El victorioso automóvil comenzó a incendiarse en cuanto su piloto lo detuvo.
Cassoulet apagó la llave de paso del combustible, retiró los inflamables almohadones de los asientos y procedió a apagar el fuego. “Me ensucié un poco la ropa, pero salvé la galera”, diría después el competidor. La cigarrera se exhibe en el Museo Juan Manuel Fangio, en Balcarce. Fue donada por Federico Kirbus, uno de los principales investigadores de esta historia.
Alvear sintió el rigor de la única curva donde había roto la cadena y llegó tercero y furioso, detrás de Juan Abella y delante de Gismondi. Todos felicitaron al vencedor. Pero los verdaderos ganadores fueron los abuelos de asilo.
Fuente
http://blogs.lanacion.com.ar/historia-argentina/tag/primera-carrera/
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